Me siento un punto en el universo. Un punto, sólo tamaño y forma. Un punto, la mínima forma temporal, una condensación y a la vez, lo primario, lo más simple. El sonido de un punto en el "centro" de un plano, hace inaudible el sonido del plano, pero... ¿cómo ser punto sin plano? ¿O será el plano el que le debe la existencia al punto? ¿Dios nos creó o fue al revés?
Las reglas son otras cuando vos sos mi Dios. Creo en vos, te adoro, te contemplo como se contempla a un Dios: completamente despojada de toda materialidad, desde abajo. Creaste un mundo en el que todo me llega a través del placer. Sos un Dios generoso. ¿A dónde querés llevarme? No tengo miedo de que llegue el momento en que sucumba ante tanto goce, me inunde y explote. ¿Y luego qué?
Hay detrás de todo Dios un destello rodeado de sombra. Una mirada que deja de ser benévola y se vuelve aterradoramente signo de poder. Es más fácil adorar a un Dios amado que a un Dios temido, pero ¿a cuál nos sometemos? Dios tiene el amor infinito para hacerme feliz. Más que feliz, para hacerme Felicidad. Me fundo con todo lo demás, se disuelve el punto en el plano y todo es una misma cosa que, mientras sucede es felicidad, pero en el instante en que se concreta ¿qué es? Y ahí llega esa mirada, que se adivina sobre el espacio negro. ¿Es ahora cuando debo morir? ¿Es el momento de la muerte la felicidad consumada? Y no es miedo lo que siento, no pertenece a mi lenguaje. ¿Es incertidumbre? ¿Es placer que me avergüenza?
Hay un destino y voy corriendo hacia él. ¿O el destino es correr y el camino me lleva al abismo? Podría detenerme, lo veo cada vez más cerca. Pero no me detengo. Corro más rápido. Sonrío. Corro más rápido. Me caigo al vacío.
No estoy muerta. Algo pasó, pero no fue mi muerte. Me cuesta reconocerme, como si no me acordara de mí, ¿así era? Estoy segura, sigo acá, pero ¿acá sigue acá?
De alguna manera este lugar se fue y volvió el lugar que era. Amo este lugar, pero... pertenece a este mundo sin Dios. Yo te hice Dios, te adoré, corrí hacia vos. Vos explotaste, todo explotó en un suspiro, un suspiro como un punto sobre un plano silencioso y vacío, vacío sin nada más que su propia existencia, tu propia existencia y la mía fundiéndose. Luego, en vez de la nada, el antes. El ahora que es como antes, como si nada hubiera pasado... pero que puede volver a pasar.