sábado, 23 de agosto de 2008

Un pulso

Llegando al clímax del sentimiento. La droga que surte efecto. Llegando al punto culminante. Una tangente en un plano paralelo al horizonte. Una curva. Una piedra volando llegando a su mayor altura. El peor instante. El momento de gritar, quebrar, caer, tirarse, disparar...

Una sonrisa. Un instante, dentro del instante, en que no. En que sí. Un pulso.

Pero despertar y seguir idiota. Nadar sin saber dónde está arriba. Asfixia, correr, desesperar, arrastrarse, caída, golpear, sacudirse, romper, atragantarse, vomitar, infección, drogas, dolerse. Gritamos todos y nadie quiere entender lo que decimos. Subimos la música, distorsionamos más, gritamos más, golpeamos más, corremos más, dolemos más, insultamos más, herimos más, molestamos más, sufrimos más, queremos más.

Una mujer enamorada. Besando, abrazando. Casi.

Porque no. Ahora no. No puedo. No. No, no. Se diluye el sentimiento en agua sucia. La resaca. La mediocridad sensorial. Una línea amorfa. Una piedra rodando, ro dan do, detenida. Y la nada que apesta miserablemente un poco menos.