Bueno, claro, somos miserables. Nos revolcamos en la miseria, la cara sucia del llanto pegoteado y la baba. Repugnantes. He aquí una verdad: todo lo que hacemos lo hacemos mal. Es lo que somos. Débiles, inseguros, pendejos. Todo el tiempo nos equivocamos y el mundo nos marca el error. Y si no, le recordamos que debe marcárnoslo. Hacemos mal nuestro trabajo, sabemos mal lo que sabemos, pensamos mal lo que pensamos, planeamos mal lo que soñamos, nos sale mal lo que queremos. Es injustificable, patético y notorio. Tenemos un dispositivo que nos dice "mal, otra vez". Nos convencieron: somos unos pelotudos, no servimos para nada.
martes, 16 de diciembre de 2008
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