Fuiste una trompada en cámara lenta. Una que hunde la mejilla, separa los labios, hace doler la boca en los dientes y resuena en el cráneo. Cuesta recuperar el conocimiento después de una de esas. Despues de una como vos, que me hizo ver las estrellas. Hay una mezcla de placer, tristeza, alegría y dolor en cada golpe. El placer de acertar con tan buen tino y la alegría que conlleva hacerlo por primera, segunda y cada vez. Y el dolor que esa alegría indebida y apresurada genera, la tristeza que envuelve al corazón un instante después. No supe cómo había llegado a tal situación, vos y yo en el cuadrilátero. En un segundo, nadie me animaba y ya no tenía dónde apoyarme. Sólo estabas vos, avanzando de frente, al ataque. Traté de escapar, de eludirte. Corrí mi cabeza y evité los primeros puñetazos. Hasta que empecé a desearlos y te ofrecí mi nariz, mis ojos, mi boca, mis oídos. Y te enfrenté sin cerrar los puños, desplomándome de espalda en la lona con un ruido seco. Cerré los ojos y soñé que me rendía, que recibía tu último derechazo y decidía nunca más levantarme. Pero cuando abrí los ojos y te vi sobre mí, con los reflectores brillando de fondo, no pude pedirte revancha. Vos podrías haber supuesto que sólo quería que me pegaras de nuevo.
miércoles, 31 de octubre de 2007
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4 comentarios:
no hay sueño mas profundo, del que se duerme en la lona pegajoza del combate.
el que pasa por acá y lee PUTO EL QUE LEE es un puto
a menos que deje constancia de su lectura
Rendirse no suele ser una buena salida, pero cuando necesitas algo de otra persona (lo que sea; mínimo; volátil; efímero) cuando llegas a ese extremo de dependencia (de abandono de defensas personales, de resistencias fingidas) ser el contorno de atención del otro, aunque sea de la peor manera, te alivia.
El golpe no tiene que ser literal (claro está) basta con algo que impacte de frente (a fondo). El dolor va a estar, lo que se puede controlar es el sufrimiento.
la emocionalidad estupidifica
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