Somos agresivos. Necesitamos ser agresivos para sobrevivir. Para decir lo que pensamos, para estar en contra, para estar a favor. Para seducir, para hacer el amor, para discutir. Sí, seamos agresivos, tengamos esa llama prendida. Gritemos si hace falta, saltemos, corramos, bailemos frenéticamente, sacudámosnos los unos a los otros, arranquémosnos las corbatas y los corpiños. Tengamos la agresividad necesaria para ser libres. Primero en la mente, luchemos contra lo impuesto. No carguemos con el pasado de las generaciones que nos precedieron, trascendamos el mismo presente y vivamos mirando hacia el futuro que no nos da culpa. Y luego, en la piel. Liberemos a nuestra piel de los condicionamientos del presente. Que sienta, que se hipersensibilice, que nos enseñe a sentir sin connotación, por tacto puro, sin que nada nos dicte segundos significados. Repudiemos la violencia que se va filtrando contaminando todo. La violencia que es el hierro de nuestras armaduras. Descubrámosla y denunciémosla. Detonemos las estructuras y festejemos el derrumbe. Sin miedo. Cambiemos eternamente. Cambiar es crecer. La estabilidad de la costumbre es una libertad falsa. Si la costumbre violenta a la libertad, optemos siempre por la libertad. Y para eso, no podemos ser inertes, no podemos ser cobardes, ni quedarnos callados. Sí, seamos agresivos. Combatamos la violencia.
martes, 11 de diciembre de 2007
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2 comentarios:
Chich, tenés que leer la inmortalidá de kundera, el principio al menos, viene a tono,
muchuaks
gild
TankMan, glorioso momento, aunque tu abrazo a la agresión no violenta es un provocador oximoron.
Atte.
El cuidador de bonsais gigantes
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