domingo, 25 de febrero de 2007

Un día cualquiera

El cansancio de la migración. Como un péndulo, yendo y viniendo. El condicionamiento conciente se padece. La fiesta terminó y taza, taza... Mi confidente nocturna. Su invitación a la cama. Nuestro coito interruptus por la mañana. La lluvia en la cara y el alma en los pies. La rutina, la cultura, el orden. La humanización, la civilización, la contaminación. La ciudad. El deber, el pagar. El venderse, el regalarse. Apostar la dignidad. Pisotear la dignidad sobrante, entregar una dignidad pisoteada. Ganar y perder. Encontrarse. Parar. Recordar, sonreír, llorar. Almorzar el orgullo. Pan sin sal y agua sin gas. Café sin azúcar. Retomar. Diluir el pensamiento en humo de cigarrillo. Unirse al grupo de alienación. Perderse. Ganarse la vida. Volver con la luna en la frente. Convidarse la noche. El cansancio de la migración. Como un péndulo, yendo y viniendo. El condicionamiento conciente se padece. La fiesta terminó y taza, taza... Mi confidente nocturna. Su invitación a la cama.

martes, 20 de febrero de 2007

Divididos

Entramos. Era un barcito poco iluminado y poco concurrido para ser sábado. Por supuesto que quería entrar, pero sentía que no me convenía, que iba a traer más confusión, más sufrimiento. Pero mi cuerpo, una vez más, no me hizo caso y entró, casi sin darse cuenta, y se sentó en una de las mesitas. Solo había un servilletero y restos de azúcar. Del lado de él, frente a mí, la marca de una taza de café donde se le pegoteó el antebrazo. Pude observarlo bien porque no levanté la mirada en casi toda la noche. Sus ojos harían imposible de ignorar una verdad que yo estaba negándome a admitir. Esa recta que unía mis ojos con los suyos era lo peor que podía hacerme a mí misma. Era casi un hara-kiri... o exactamente eso, un puñal en la panza. Una mesera nos trajo la carta. La miré a los ojos, a ella sí, como si fuera mi salvadora “decime que están por cerrar, decime que no hay más café, decime que no podés dejar entrar menores, sacame de acá!”. Pero no me entendió, en vez de eso, dijo, sonriendo mientras pasaba un trapo por la mesa

-Cuando sepan qué quieren, me llaman y les tomo el pedido, si?

Sí, claro... cómo si fuera fácil saber qué es lo que se quiere. Lo que quiero no está en esta carta, ¿dónde está el libro de quejas? Él leyó la carta varias veces, levantando la vista para mirarme a mí, cada tanto, que sostenía la carta sin leerla a la altura de mi cara, ocultándome detrás. No pude más, bajé la carta, la doblé y la dejé a un costado. Lentamente, hizo lo mismo. Pude sentir cómo me clavaba los ojos en la coronilla.

-¿Qué vas a pedir?

Me encogí un poco más de hombros y con ellos gesticulé a modo de “no sé”.

-Yo tampoco

Hizo un par de preguntas más, muy diluidas en el tiempo. Seguí contestando con gestos y algunos monosílabos. Dejó de preguntar. Nos quedamos quietos, mudos, apenas respirando. Y él sin despegar los ojos de mí. Me provocaba. Pero yo no iba a decir nada... Sin ser llamada, volvió la mesera.

-Chicos, van a pedir?

La miré, le agradecía la interrupción, pensé “¿voy a pedir? ¿él va a pedir? No quiero, ¿tengo que hacerlo?”. Mi estado era lamentable, pude sentir pena por mí. Preguntó:

-¿Té de qué tenés?

Lo que pensé no me permitió escuchar la respuesta de la mesera “¿’te’ de qué me gustaría a mí? Yo sé de qué... pero antes de que él me diga ese ‘te’ preferiría mirarlo fijo una hora entera...”

-...y vos qué querés?

-eh... café doble

Fue una improvisación. Me costaba unir palabras, me sentía presionada entre tanto silencio. ¿Por qué no decía nada? Me desesperaba. No sabía cómo sentirme. ¿Tenía que decir algo? ¿Qué iba a decir? Nadie dijo nada y llegó el café. Su té era el común, le puso limón. Le di unos golpecitos al sobrecito de azúcar y el contenido se acomodó en la parte más baja. Rompí una de las esquinas superiores y lo vacié en el café. Revolvimos a la vez, sin tintines de cucharita. Dejó la suya en el plato y levantó la taza. Sé que me miraba, esperándome. Yo no saqué la mía, sostuve la cuchara con el pulgar y rodeé con mis otros cuatro dedos derechos el asa de la taza, sin levantarla aun. El remolino se detuvo poco a poco. Entonces sí, tomé un trago. Él también. Dos, tres tragos y me detuve. Sumé mi mano izquierda a la taza, los dos codos sobre la mesa. “¿Por qué pedí café doble? Este me va a llevar más tiempo terminarlo, todavía no tomé ni la mitad”. Lo devolví a su plato, él también.

-Disculpame, ¿tenés una lapicera?

La mesera se la trajo. Tomó una servilleta y, poco después, la empujó hacia mí. Decía “escriba aquí su mensaje”. Pero yo no quería hablar, no podía. No podía moverme, ¿cómo iba a pretender que escribiera? De todos modos, era más fácil que hablar y no tenía que mirarlo... Accedí. Escribí la letra de la canción que sonaba “i can’t, i can’t, i can’t stand losing you”. Qué ilusa. Creí que con eso no daba posibilidad a réplica, ya que era solo un pedacito de canción. Pero no lo era, eran palabras. “¿Creés que así estás perdiéndome? Yo diría que me estás ganando”, contestó. Maldije por dentro... Estaba esperando mi respuesta, otra vez. La canción había terminado, ahora era Mejor no hablar de ciertas cosas. Aproveché y escribí “no”. Hizo a un lado la servilleta, tomó otra y dibujó dos ojos. Apuré un poco mi café. Me pareció que iba a ser menos doloroso dibujar que tener que escribir. Agregué unos detalles a su dibujo: lagrimales, algún que otro derrame pequeño, brillo en las pupilas, pestañas y un ceño fruncido. Le agregó una boca de labios carnosos, entreabierta y una nariz. Estaba quedándole bien y me molestó. Odié la tranquilidad con la que se tomaba el té. Dibujé grotescamente un círculo imperfecto rodeando el dibujo, a modo de cara, un cuello fino y corto y un cuerpo cuadrado, digno del niño menos imaginativo de un jardín de infantes. Me pareció que sonreía, detrás de su taza. Me sacó el papel, escribió debajo “¿qué ves?” y me lo devolvió. “¿Por qué insiste en escribir?”. Asumí que no iba a poder eludir todo tipo de comunicación, ya estaba ahí en el bar, con el café, la servilleta y la lapicera. No había vuelta atrás, algo iba a tener que hacer. Contesté “¿qué ves cuando me ves?”. Comprendió mi juego. Pero, de todos modos, yo estaba en su terreno y no en el mío, como pensé. No era como una “guerra de canciones” porque nadie cantaba. Lo que escribíamos eran palabras y los juegos de palabras siempre fueron lo suyo. Sin dudarlo, aceptó el “desafío” y escribió “gol de mujer”. No supe darme cuenta de que estaba perdida a partir de ese momento y continué jugando. Cambié de tema, respondiéndole:“qué hay de esa imagen de mi cielo, no creo ser tan importante” y me refugié en el café. Sacó otra servilleta. Cuando me la pasó, decía “No confunda, che pastor, no me interesa tu cielo. Toda el agua va hacia el mar”. Su respuesta me recordó otra canción: “una radio en el mar, una chica en el cielo todo el tiempo. Puedo ver pero no sé, todo está muy rápido acá”. Lo leyó, tomó los últimos tragos y escribió: “Che... ¿qué esperás?”. Creí que se había hecho un gol en contra. Simplemente, completé, casi sin pensarlo: “que bang, bang, bang, bang o que tu novia no te bese más”. El ritmo con que la servilleta iba y venía de un lado al otro de la mesa se interrumpió. Tomó el papel con las dos manos y se quedó mirándolo. Pensé que había ganado, que no sabía qué contestarme y me terminé el café casi contenta. Pero me equivocaba. Hizo a un lado la servilleta, sacó otra y escribió ocupando todo el espacio: “Acariciando lo áspero, el sábado pide un beso: besame, besame, besame!”. Fue demasiado

-Es tarde, ya me tengo que ir

Me levanté y dejé un billete de 5 sobre la mesa. Se levantó también. Junté mis cosas y ordené a mis piernas que me llevaran hacia la puerta del bar. Terminó de pagarle a la mesera al mismo tiempo que llegué a la vereda. Apuré el paso, pero a los pocos metros me alcanzó

-Esperá, no te vayas, quiero decirte...

-No, es tarde, tengo que...

-...que te quiero.

-...irme a casa...

-Mucho, te quiero

Me quedé inmóvil, mirándolo. Me ardían los ojos, que no tardaron en lagrimear. Lo vi. Me atravesó el cráneo con un hilo de verdad. Giré sobre mí misma y caminé hacia la esquina, conteniendo las ganas de darme vuelta y ver qué hacía que no estaba siguiéndome. Paré un taxi y me fui.

sábado, 17 de febrero de 2007

...

-...


-Sí que puedo ver la situación. Entiendo cuáles son mis opciones, las ventajas y las desventajas de cada una, etc.. No es ese el problema. Ojalá lo fuera.


-...


-Porque con hablarlo un poco con vos que lo ves desde otro lugar, me podrías ayudar a verlo mejor y progresaría bastante. El tema es cuando, viendolo todo, no se sabe qué hacer. Y es el caso, no sé qué hacer con esto.


-...


-Todos los caminos me generan malestar. Tengo una sensación fea en el pecho, de que todo lo que hago está mal. Nada me conforma. Ni esto que te digo. ¿Hago bien en contarte?


-...

-Yo quería que supieras esto que me pasa, pero tal vez no sea lo mejor. Es un tema mío, yo debería solucionarlo, decidirme. Nadie me va a decir qué es lo mejor para mí... Ni vos...


-...


-Pero podés decirme qué es lo que te gustaría a vos, cómo preferirías que fuera.


-...


-No sé, me cuesta decidirme.


-...

-Bueno, no me digas eso. Te estoy diciendo que no sé. Me hace mal esto.


-...


-No es tan fácil. ¿Vos podés decidir cómo sentirte? Porque yo no. Me siento mal, triste.


-...


-No es por vos. O sí, un poco... en parte.


-...


-Y... nunca sé bien que es lo que vas a hacer, si vas a estar, si te voy a encontrar... sos algo... volátil...


-...


-¿Y eso qué tiene que ver?


-...


-Es cualquiera lo que me decís.


-...


-No.


-...


-Me parece que te estás equivocando.


-...


-¿Eso es lo que querés?


-...


-No, la verdad. Me parece mal.


-...


-Porque es una pendejada lo que decís. Es de persona inmadura.


-...


-Sí, inmadura.


-...


-Yo, al menos, me lo tomo con seriedad, le doy importancia y trato de resolverlo. A vos no te importa nada.


-...


-Bueno, mejor lo dejamos acá. No vamos a llegar a ningún lado.


-...


-Porque vos no podes ponerte de acuerdo.


-...


-No entendiste nada. Ves la mitad de las cosas y, encima, la peor mitad.


-...


-Claro que sí.


-...


-Pero andá, crecé un poco y después hablamos.


-...


-Quién te necesita...


-...


-. . .


-. . .


-. . . -snifg- . . .


-...


-Ya sé...


-...


-Chau


-...

miércoles, 14 de febrero de 2007

Mamá sabe

(ni recuerdo de qué hablabamos, fue el 14 de febrero de 2005, un día antes de su cumpleaños)

.


Yo: -Dale, ma, eso es más al pedo que teta de monja


Ella: -...¿Que teta de monja?


Yo: -Claro, ma. Como son monjas, no van a tener hijos y sus tetas no tienen razón de ser. Ni hijos ni sexo.


Ella: - Pf... ¿Sabés cuántas monjas usan las tetas?...


Yo: - (horrorizada, todas mis creencias (?) destruidas, mis ilusiones rotas, pisoteadas ante esa declaración) ¡¡¿¿(wdf)??!!


Ella: - Yo las veía escapándose con los curitas...


Yo: - (más espanto aun al imaginar a mi madre a los 14 años haciendo el papel de Vivi Canosa de su clase) ¡...!

.


Hubo otro silencio, más largo esta vez. Yo trataba de asimilar sus palabras. No sabía si reirme mucho o reirme muchisimo. No había logrado decidirme cuando me tiró la posta:

.


Ella: - ...Es que yo era rebelde del colegio de monjas...

viernes, 9 de febrero de 2007

Grandes Verdades Universales II

"No es necesario que digas nada. Si ves un elefante y no un sombrero ya es todo un discernimiento"
Toi Es.

lunes, 5 de febrero de 2007

En un océano de fe, nado en tinta, calamar

¿A quién te comiste, pescadito? Si quiero, te saco una a una las escamas y te dejo limpio, con la boca abierta y los ojos de bobo. A ver, decí "bobo". El pez por la boca muere, dicen. Vos te fuiste de boca en mi boca, te inflaste como pez globo y no te tragué. Me quedé con hambre, es cierto, pero ¿sabés qué? hay muchos peces en el mar... Vos, sos un pececito de río y yo me río de los peces de colores. Quisiste dártela de salmón, de "mirá cómo voy contra la corriente", te mandaste al mar y te deshidrataste. Qué ironía, un pez deshidratado. Nunca subestimes el poder de la sal. Eso... como sal. Como sal deberías tratarme, con mucho respeto, porque puedo ser un mar muerto para vos. Así que ahora andá, nadá de acá.

domingo, 4 de febrero de 2007

Grandes Verdades Universales

Hoy presentamos:




"Las medias, en los pies"
Don Aparicio

sábado, 3 de febrero de 2007

Lo prometido es deuda

Cumplo lo antes posible las promesas fáciles de cumplir y con tiempo las más complicadas. Esta, sin lugar a dudas, es muy fácil. Va en agradecimiento a la noche de hoy:



.

"Jimmy Page está muerto y, con él, su guitarra"

M. Chmiel

.

(Aunque, me temo, aun no ha muerto...)

jueves, 1 de febrero de 2007

Escapando a la egrégora

Cagándome olímpicamente en el texto anterior (publicado hace algunas horas), me veo en la necesidad de dedicarle un momento a la siguiente pregunta: "¿Cómo llevaré por el mundo mi condición de egresada del nacional bs as?". (No voy a aclarar por qué se me dio por preguntármela, mucho menos por respondermela y muchísimo menos por subirla al blog. Al menos, no acá. Si les quita el sueño, me invitan un café y les cuento)



Me preocupa. Debo decir que nos odio. Ya nos detesto. Es serio. Ser egresada es lo único que soy por ahora (dejando de lado categorías como "hija", "conductora legal clase B", blablá) y no quiero ser el tipo de egresada que me molesta. Para eso, improvisaré una



Lista de propósitos:

-No hablar de mi colegio como EL colegio

-No preocuparme por escribir "colegio" con mayúscula, como si estuviera hablando de dios. Es más... cOLEGIO

-No encontrarme un día (dentro de dos años o un poco más, qué se yo) relatando en este mismo espacio cómo fue mi entrega de diplomas. Y, por sobre todas las cosas, no usar la imagen de las escaleras de mármol blanco con alfombra roja en dicho relato (si, por esas cosas de la vida, termino escribiendolo)

-No juntarme con la gente del colegio para debatir cuestiones pelotudas como "qué molesta la gente que escribe 'tb' en vez de 'también'... acaso son subnormales?" "ay, sí, qué desgracia la vida con seres así"

-Evitar todo lo que pueda el uso de frases en latín. No hace que piensen "qué inteligente, culto, audaz", en la mayoría de los casos, sino "pelotudito del buenos aires, hablame en criollo, carajo"

-No llevar puesta una camiseta invisible del colegio. Mucho menos, una visible. (horror!)

-Que encontrar conocidos del colegio en común no sea el único objetivo de la conversación si, por esas desgracias de la vida, me encuentro con alguien que resulta ser egresado del colegio (pasará seguido, somos plaga) (miren, amanece y no pienso buscar una manera mejor de expresar esta idea. Sepan que ya a mí me cuesta leerla)

-Tratar de limitar el uso de la palabra "colegio" en lo que quede de esta lista. Difícil de cumplir este punto, pero necesario. No quisiera no poder cumplir con el propósito que sigue

-No hablar todo el tiempo del colegio

-Tratar de que en la UnQui tarden mucho tiempo en averiguar mi procedencia (aclaro que no me avergüenzo, pero reconozco que, como yo, hay muchos más que nos odian)

-Seguir conteniendo las ganas de decirle a todos los, ya, ex-compañeros: "No, la verdad, yo no los extraño ni medio. Ya fue, algún día iba a terminar, todos lo sabíamos. No hay por qué ponerse meloso, jesú cristo!". Además, saben que se van a seguir cruzando con gran porcentaje en el edificio de la UBA que elijan. Y algunos hasta hacen 6to, dejense de joder!

-No pasar en la puerta del colegio tanto tiempo como un estudiante de 3ro. Que no se note si no tengo nada mejor que hacer. Tratar de limitar mi número de visitas a dicho edificio

-No preguntarle a la gente a qué establecimiento educativo fue. Bien sé que no conozco más de tres o cuatro y que, probablemente por cortesía, luego me harán la misma pregunta a mí

-Si alguna materia fue realmente productiva, evitar los comentarios sobre los asuntos que ellas tratan. Por ejemplo: si se ponen a hablar de Borrrrrrrrges, tratar de no hacer ninguno de los comentarios que haría Marsimián. En cambio, si hablan de matemática... puedo sentirme tranquila en mi total ignorancia

-Que no se sepa que leí todo el Quijote

-No responder a la pregunta "¿Quién es la tal Marta Royo de tu remera?". O, mejor, dejar de usarla... no, no puedo hacer eso. Martita, te quiero, voy a usar tu remera hasta que mi mamá me la esconda....... bueno, no sé. Otro día volveré sobre este punto y lo pensaré mejor





Ya se me pasó la furia y comienzo a hacer uso de la razón de nuevo. Peligro. Pero, como decía alguna película de acción citada por papá José " 'Retroceder, nunca. Rendirse, jamás' ". La lucha contra mi condición recién comienza





PD: Egresados, no se sientan ofendidos... Bueno, algunos sí, sientanse como quieran. Pueden putear en la lengua muerta que deseen. Pero sé que hay algunos que han logrado los propósitos que me planteo y mucho más. A ustedes, mi admiración. Sé que no se van a sentir aludidos.

"La carne es débil, mi cielo" o "La otra cara de la alfombra"

Algo me incomoda de esta relación inventada entre vos y yo. No me interesa tu amistad, no me río de tus chistes, no me parecen entretenidas tus anécdotas. No comparto tu visión de la realidad socio-político-económica de las viudas de la India y jamás tendría un trabajo como el tuyo. Me aburre la música que escuchás. Me parece horrible tu forma de vestir... Pero tengo una idea que nace como una sensación vertiginosa dentro del estómago: no tratemos de caernos bien, olvidemos el mundo en que vivimos, pronunciemos nuestros nombres en silencio, quememos nuestra ropa y demos lugar al trato intuitivo cuerpo a cuerpo.